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LA CIUDAD EN MOVIMIENTO
lunes, diciembre 08, 2003:
Mi vida como un eterno weekend
Miércoles. Decido no ir a la universidad. Paraké, porké. Bajo al Cecut. Conferencia de José Manuel Valenzuela. Llego a saludar a los que siempre se sientan atrás (ya saben, para irse de volada si esto o aquello está aburrido). Me callan. Salgo a comprar una Coca Cola para matar la sed y de pasadita, algo de tiempo. Entro a ver una peli en Omnimax. Sobre la vida de los animales y sus migraciones. No sé porque, abajo, en el subtexto —como diría Logovo— le encontré un discurso moral que podría enarbolar con cierto desparpajo la Asociación Nacional de Padres de Familia. Ok, ya sé que donde quiera veo moro con machete pero si no me creen, vayan a verla. Vuelvo a la sala de lecturas. Ya no había nadie. En un phone cercano encontré al Chamuco y más allá, cerca del teatro, divise a CAGV.
No nos podíamos poner de acuerdo si ir o no al cine —habíamos quedado con una clica a eso de las 8pm para ver Kill Bill pero ya eran casi las 9pm— o dirigirnos a Playas. Yo quería una cerveza así que propuse ir a la Cervecería Tijuana. Carlitos, como siempre, diciendo «No, no, no». Y nosotros, «bueno, entonces, dejanos en Las Pulgas, ahí la chela está bara». Total, casi llegamos a la Cervecería Tijuana. Digo casi, porque justo cuando buscabamos estacionamiento recordé que había un party en Plaza Fiesta según esto «recordando la música que hizo al Club A una leyenda». Directo pa'lla.
En Plaza Fiesta dimos el rol tradicional. Nada, muerto el otrora centro de reunión tijuanense. CAGV nos advirtió que no entraría al Porkys, que había estado ahí con Gabriel Trujillo y que, por ende, ya no era cool. Nos reímos. Le dije que lo iba a postear. Nos volvimos a reír. Dimos varias vueltas para caer en el Sótano Suizo. Sonaba Blondie, eso nos convenció (en el auto veníamos escuchando a The Rapture y eso nos influenció). Nada, noche de oficinistas o «ingenieril» como dijo Carlitos. Huimos antes de pedir el primer pichel. Otra vuelta. Escuchamos música ochentera, Chamuco pregunta si es ahí «eso del Club A». Le dicen que si. Cuando pasamos por la puerta leemos un letrero que informa NOS RESERVAMOS EL DERECHO DE ADMISION.
Super oscuro. Justo a la entrada estaban tomándose unas chelas Abril, Gaby & Amaranta que después nos dirían que nos habían visto pasar y pasar, nos hacían señas y que ni las pelabamos. Bueno, es que desde la puerta no sé veía nada. El antro tiene poca iluminación. En fin, decidimos cambiar de mesa e irnos a otra área del club. Quedamos cerca de la ventana. Oye, que cortinas tan coquetas. Hasta entonces nos dimos cuenta que era un bar gay pero, perdonen la cita a un texto del Postcards de ocio y odio, ninguno de nosotros es homofóbico.
La música estaba cool. Retro, muy retro. Amaranta preguntaba si esa música era la del Club A, le contesté que no. La gente tiene a mitificar, a crear ese tipo de leyenda en que nada es cierto. El CLUB A fui cuando lo abrieron, en su época del «Club 802» de rock en español, en sus años de esplendor 91-93 cuando el tercer piso era el «de los locos» que inspiraron aquel @ que tanto éxito tendría en el Buten Smileys. En el 95, aquello era un asco. Lo digo con la certeza que me da el haber pasado mi «black period» ahí, perdido en la barra libre, falling in love, cayendo de las escaleras de caracol una noche sí y otra también, viendo el desfile de tetas made in USA a las 2am, atestiguando la euforia pandrogénica y... una música que tendía a ser la misma cada día, cada semana, mes tras mes. Si alguna gente extraña ese soundtrack, que Dios o Buda o Allah —según sea el caso— la bendiga. A mi me gustaba —me gusta, btw— la euforia, el descontrol, ese mix de gente, estilos, tendencias, clase y etc., que inició en el Last Temptation —the best club in TJ, ever—, el sin reparo y esa actitud de CARE FREE que ya no volverá. Ah, y que esto no signifique o se entiende como un asunto nostálgico, eh.
Cuando sonó «Connected» de los Stereo MCs, le dije que esa si era un clásico de aquella época. Nos paramos a bailar. Y ya no paramos de hacerlo. Disco, house, rollitos góticos, industriales. De todo. De reojo veía a las «lesbianas de The Gap» —ey, yo no inventé el término— despreocupadas, muy delgadas, con su cola de caballo, su look americano y una sonrisa veinteañera. Más cervezas, al dos x 1. Treinta pesitos. Luego, llegarían Tambor y Oma Pepper al que si revisaron en la entrada (luego le dimos carrilla por su look de «chico malo de La Libertad»). En una de esas, CAGV soltó la frase de la noche: Oye, tener un disco de Depeche Mode no me hace gay. Le contestamos que no, pero si tener la colección de Mónica Naranjo. Todos nos reímos.
Jueves. Sin resaca. Trabajo. School. Ahí me encontré con Yvonne Venegas y Raúl Cárdenas (aka Toro Lab), les di un tour por las instalaciones de la escuela de Humanidades (Yvonne quedo fascinada con el taller de Fotografía) y etc. Tenía mucho de no verlos, a Yvonne desde mi cumpleaños y a Raúl, uff, desde... no recuerdo. Por cierto, don't mess with the Venegas girl (creo que, junto con mi amiga Charlynne, son dos de las mujeres más carrilludas y sarcásticas que conozco). A eso de las 5:30 —después de un paso rápido por Tutorías, por Prácticas Profesionales y etc— entré a ver que estaba ocurriendo en las mesas de discusión sobre video y cine que organizaron los del Festival Borderlands. en la sala audiovisual de mi escuela. Vi algunos cortos, escuché a algunos videoastas (la clica de Nortec Visual, los de Yonkeart, los de Arteria, Aarón Soto, Giancarlo Ruiz, los de Bulbo.tv, etc) hablar de su trabajo —y el de los demás, je je— con cierta indiferencia. No sé porque pero siempre sucede, espero más y más mejores cosas.
De ahí, a la despedida de Fiamma a Italia, su país natal, y una cálida bienvenida a Charlynne que viene de visita desde Alemania. La fiesta, total como siempre. Me habían advertido que no le comentará a nadie, que sería una reunión muy íntima y nada, que más de 50 personas cayeron. Nomás falto el flyer, je. Mucha cerveza, pizza, tomé fotos con las cámaras de Alsaya (de grupo, tirados todos en un sofá cama) y de Abrahim (puro close up pachecón y fuzzy). Conversaciones perdidas, hiladas, divertidas. Agregé un par a mi arsenal de frases robadas (Uy, me lo perdí y Va, las dos alzados los brazos como Pedro Infante en El Inocente, creo) a Alex el francés, al que le dimos un buten de carrilla cuando dijo que se iba a Chiapas a pasar las fiestas decembrinas. Y porqué no a Durango o a Zacatecas, le dijimos. Muchas, muchas risas. Y más cuando dijo la frase del jueves: Si es deporte, ya no es divertido mientras le decían que aspira más fuerte a la pot-caracola. No recuerdo que sonó, pero igual y no importó gran cosa. Perdimos tres rides, pedimos a las 1am cerveza a domicilio —ultra cara, btw—, las discusiones subieron de tono —ey, hay que ver como la cerveza y otras cosas hacen estragos en el comportamiento de alguna de la gente más inteligente que conozco— y Fiamma nos cocinó pasta a eso de las 2am para celebrar, eso sí, il giorno del estatuto juridico della Basso California (o algo así). . Me dejaron, creo, pasadas las 3 en casa. Ya no fuimos al Ya Ya a ver a DJ Tolo tocar. Ni modo, otra vez será. Ciao Fiamma, nos vemos en enero.
rafa //
lunes, diciembre 08, 2003
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