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LA CIUDAD EN MOVIMIENTO
viernes, enero 21, 2005:
un día común
1.
Son las siete con treinta minutos, casi llegando a mi destino.
El taxista, cosa rara, no trae puesto en ON el stereo.
Da igual, estoy flipando con tantas cosas.
Desde que salí de Playas he estado leyendo un par de libros.
Ayer, Omar Pimienta después del concierto de Ibi Ego @ Café Sortilegio (les fallo el sonido, pero me encanto esa penúltima canción), me paso su libro debú.
Primera persona: Ella
La parte inicial del libro me gusto muchísimo. Poesía familiar, una entrañable revisión a los hechos y a la pérdida que nos marca de manera definitiva por el resto de nuestras vidas. Una frase se quedo grabada en mi short span memory: Es como si los recuerdos de ti, se salieran de foco. Sí, nuestra vida en común (con las personas que amamos, con las que tenemos algún contacto que rompe la frivolidad y la monotonía) termina siendo eso: una fotografía borrosa o que, desgraciadamente, no se pudo atrapar en el momento correcto y con la intensidad adecuada. Eso duele, puta realidad.
Amaranta Caballero, que también vi en el bar de siempre, me regalo el otro libro.
Jueves Fausto.
El libro de Margarita Valencia Triana se enclava en lo íntimo. Reflejo, creo, de esa relación extraña entre carnales y ese latente feeling suicida. Entre el peso de la ausencia y el dejo de la indiferencia, los recuerdos extraviados y después, el anhelado olvido. Todo queda hilvanado con una frase: La distancia no me ha borrado, ni a ti tampoco.
2.
Una cuadra antes de llegar, dos travestis corren y se trepan sin cuidado a un taxi libre.
La barba a punto de aparecer, el encanto se difumina.
Por eso huyen.
Stop. Pago los 7 pesos con cincuenta centavos.
Camino, pensando que estas cuadras las he recorrido por años.
Me acompaña el sonido de los zapatos ortopédicos de un niño de uniforme que sigue presuroso al papá de levis y camisa azul.
Toc, toc, toc.
Apuro el paso.
El Cholo Wero come pepitas mientras limpia la entrada a la taquería. Se ve mejor que hace un par de meses. Era un despojo, una piltrafa humana. Nada que ver con aquel Cholo Wero que en los 80s se le veía acompañado con las morritas más guapas del downtown (si, aquellas con el copete aquanet, su blusita de tirantes, dickies kakis y las chanclitas chinas). Era un dandy, hiper clean y charoleado. Ahora, sus brazos muestran los estragos (la chiva es delatora) y sus tatuajes ya no lucen tan firmes como antaño. El Cholo Wero me saluda con un Kiubo y sigue barriendo para ganarse un desayuno: un par de tacos de adobada y una Coca Cola.
Apuro el paso, ya casi me alcanza el niño de los zapatotes.
En el semáforo está la chica de la preparatoria que siempre está a la espera.
Ella me ve a los ojos.
No, baby, no soy buen material para ti, digo en voz bajita cuando paso a su lado.
Le iba a regalar una chapa de la nueva serie que me regalaron en radio global pero las olvide en casa. Ni modo.
3.
Los vidrios rotos en la calle resumen el vigor con que los tecatos toman su hábito.
Un montoncito aquí, otro más allá.
Cuento cuatro en una cuadra.
Me imagino que este sábado se podrá comprar en el tianguis de la Zona Norte algunas buenas colecciones de discos compactos.
Chin, ya tengo otros planes.
Unos cuantos pasos más y llego a mi destino.
Ni modo, time to work.
Please, don´t bother me (estoy cambiando de canal)
rafa //
viernes, enero 21, 2005
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