LA CIUDAD EN MOVIMIENTO

jueves, junio 29, 2006:

DIOS ME PERSIGUE (rough demo mix)

Dios es un stalker. Me sigue a todas partes, se mete en mis sueños y aún así no cree que mis actos sean buenos. Desde hace un par de semanas interrumpe mis labores en el work, se queja que salgo mucho a fiestas (Dios no sabe que tengo un gran puñado de amigos en cada esquina).
Dios critica todo lo que hago, todo le parece sin sentido o bajo sospecha. Insiste en que debo tomar una postura que le sea afín, que firme el “Compromiso de todos”, que me ajuste a los dictados de la ortodoxia, que participe en la manutención y equilibrio del edificio de bella hegemonía, que ayude en algo a preservar las normas sociales, que deje atrás esa cauda de frivolidad. Dios enfatiza que conmigo suelto por el mundo, todo es tan imperfecto.
Yo lo entiendo, aunque no lo justifico. Dios quiere seguir detentando el poder y enseña el cobre al declarar sin pudor en la TV que eso del libre albedrío fue un pequeño error, que para él soy una foto mal revelada que necesita otro proceso (vaya! Dios ha entrado en su etapa más determinista).
Alguna gente me advierte: Dios es un tramposo que siempre apuesta a ganar y si pierde, arrebata. Lo sé.
Dios me persigue.
Me reclama como algo suyo y aunque lo tengo bloqueado en el MSN, sigue insistiendo. No conforme con saturar mi cuenta de email, envía SMS cada 5 minutos e invade el tagboard de mi blog con mensajes spam del tipo “DIOS SALVA”. Todo en letras capitales.
Caray!, Dios ¿qué pasa con tus modales?
Dios quiere atemorizarme. Se aparece en los sitios inesperados con ampliaciones de las fotos de las torturas de la Santa Inquisición (esa de la doncella de hierro estaba súper gore), de clínicas de abortos hechas pedazos y limpiezas étnicas que me causan estupor.
¿Sientes en miedo?, me grita a todo pulmón.
Dios quiere que vuelva a la senda del bien, a lo moral y correcto según su sociedad limitada y hecha a su entera semejanza, para luego sentarme en banquillo de los acusados, señalarme y, tras el escarnio, perdonarme.
Dios no se entera.
Dios debería de preocuparse por otras cosas.
La vieja Europa arde de nuevo, un muro que no sabemos si se levanta o no está a menos de un kilómetro de mi casa, el feminicidio sigue en alza, la narco-violencia ya nos ganó la calle (nuestro último refugio). Todos esos fragmentos de odio en el hocico del cerdo le importan poco.
Dios quiere que me ponga de rodillas, yo le digo que no puedo, que las tengo lastimadas desde aquel día lluvioso en que volé por las escaleras de un hotel muy regio.
Ey, los accidentes ocurren (Elvis Costello dixit).
Dios me sigue a todas partes (él es tan omnipresente).
La última vez lo sacaron de mi bar favorito. Llego de improviso cuando yo estaba en plena fiesta. Un par de amigos escritores-divas, un músico electrónico, unas chicas so cute que conocí en otro club, la señorita interesante que no falta a nuestras reuniones y un africano tijuanense. Puros compas.
Dios no sabe beber, se puso drunkie de inmediato. Tomó por asalto la rockola, le echó veinte dólares. ¡Ay dolor!, puras canciones de Marco Antonio Solís. Luego, cayó a nuestra mesa. Se puso intransigente. Rápido llegó una mesera con unos brazos dignos de He-Man a poner orden.
—Dice que viene contigo.
—He wish, zafos. Si no fuera tan pain in the ass estuviera en mi mesa.
Cuando lo sacaban casi en vilo, iba gritando, ¡qué pena!, “I’m your father”, para siguió a un patético “Yo te amo, yo te amo”.
God, you’re so gay. le gritó la Señorita Interesante y el par de chicas so cute incitaron burlonas a echarle una porra.
Dame una D
Dame una I
Dame una O
Dame una S

¿Qué dice?
Dios no aguanta nada y por esa razón me maldice en secreto.
Lo sé, porque me lo han dicho.
Dios se aprovecha de mi cultura, sabe que no digo groserías. Sin embargo, Dios no ceja en su intento de tenerme a su lado, controlado y sumiso. Hizo su mejor intento al mandar como intermediario a mi maestro favorito: un padre franciscano llamado Boronchito. Fue un gusto saludarlo, pero humildemente tuvo que aceptar el fracaso de su misión. Dios no. Luego probó con una pareja de mormones (buenos chicos, les regalé un compilado del nuevo brit pop), una familia de Testigos de Jehová que no aguantaron ni un tres round de debate evangélico y hasta un par de Hare Khrisnas (que me dejaron fiado un libro de cocina vegetariana).
Dios apela a mi herencia judia (please, don’t bother me)
Dios juega la carta guadalupana (falla por mucho)
Dios se pone turbante (yo sonrió nervioso)
Dios enmudece y sólo me observa (“muy budista, muy budista”)
Dios entra en trance con el bleep bleep de un viejo sintetizador y el beat marcado de una caja de ritmos (good try, pero esa música ya no me gusta).
Dios no es el DJ de la fiesta a la que asisto.
Dios ni siquiera sabe el nombre de mi canción favorita.
Dios no entiende que voy a un ritmo que no puede seguir. Evoluciono tan de prisa que sus palabras no pueden atraparme.
Dios antes me daba VIP pases, claves de acceso, rutinas de engaños. Ahora cree que formo parte del eje del mal, que tiene que recuperarme, salvar mi alma. Sus huestes me llaman blasfemo, hereje, impío, loser, no creyente, infiel, alegan que no se alabar al señor.
Dios y su gente son tan predecibles. No saben que todas sus estrategias de miedo y persuasión se encuentran en los libros de historia que venden en los supermercados o en wikipedia.
Dios se desespera.
Un día llegó con cuatro esbirros para convencerme a la mala. Un evantón> casi a la salida de mi trabajo. Me mantuvo un mes encerrado en una jaula, con los ojos cubiertos con tape de avión y el pie derecho atado a un barrote con un cinto de piel de víbora. Dios sabe que tengo problemas de circulación, pero eso no le importó. Sus esbirros sólo me daban galletitas y jugo Sunny Delight. Al final, me dejo libre. Gracias a él, baje 12 kilos.
Dios carece de sentido común: a mi me tiene en su lista negra, pero está dispuesto a aceptar a quien se autoinmola por algo que no se ve, a quien tortura para defender los colores de una bandera, a quien denigra a los otros por ser diferentes a él, a quien asesina en su nombre, a quien juzga bajo su ley de “ojo por ojo”, a quien comete un acto de terrorismo o de cinismo asesino, a quien sacude cualquier estructura con un objetivo egoísta … pero nunca acepta un “No”.
Dios es amor, vaya falacia.
Le digo que ya haga caso a esas plegarias no atendidas, que lo mío es otro asunto. Que si insiste conmigo, va a perder a sus mejores clientes. Dios piensa que debe ganar la batalla contra el Diablo pero yo le digo: No te preocupes, el diablo se acaba de ir, lo mande a China por un perico verde. Todavía no ha vuelto, le confirmo.
Dios, me han dicho, quiere creer que al final cambiaré, tiene confianza y fe absoluta en que mis últimas palabras serán: “me arrepiento, me arrepiento señor”.
I don’t know, maybe, whatever…


*la primera versión del texto que da título a mi próximo libro

Please, don´t bother me (estoy cambiando de canal)

rafa // jueves, junio 29, 2006


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